La fiesta de las polillas



Entre la Kassandra y la Frances Françoise no pude, al igual que el resto de los asistentes, despegar mi vista del escenario. El show de la Rafaela Carrá que se mandaron las chicas en la fiesta de la Paparazzi lo dijo todo.
No sé si hubo glamour aquella noche, pero sí mucha entretención, mucho alcohol, algo de silicona pero por sobre todo… fashion.
Juanito, el inconfundible, el de la tenida de 2,8 millones, era uno de los rostros más asediados de la noche, para ellos y ellas. De eso no hay duda. Pero estaba Kassandra.
Pude ver en terreno y comprobar in situ, como periodista que se precie de tal, que llegó todo el sub mundillo de la farándula.
La pituca y la rasca; la de las rubias nórdicas y de las teñidas; la de los modelos de pasarela y la de modelos de tablón; la del BCI y la del Banco del Estado; la de finas señoritas y la de bataclanas. Y estaba Kassandra.
A lo buen francotirador, desde las alturas, pude observar un mar de gente bailando toda la noche y, cómo no, cientos de polillas que súbitamente se acercaban a los focos así como sin querer queriendo.
Puedo enumerar a los que sin querer, por casualidad, por coincidencia, así diciendo “uy, me pillaste”, se cruzaban justo frente a algún reportero de Viva la Mañana, SQP, CQC, Primer Plano o Glamorama.
Por decir sólo algunas de estas polillas: Abdala, Alberó, Olivari, Sánchez, Konstant, Larraín, Cruz, Alegría, Merino, Vecchiola, Piñera, Pulido, Yarur, Valenzuela, Muñoz, Mackenna, Subercaseaux, etc. Una mezcla bastante olorosa entre hippies, machos, copete, DJs, modelos, animadores y astros del balompié (aunque no vi futbolistas más de alguna señorita mantenía un halo de gol).
Ninguna de estas larvas –en el buen sentido, claro- o de estas mariposas –o sus hermanas más grandes, los mariposones- buscaron ser pilladas por el ojo agudo de algún matinal (a no poco) y todos, pero todos, andaban “en otra” y no quisieron ser entrevistados (no por lo menos al primer llamado).
Las y los vi posar, sonreír, saludar, encarar, huir y volver una y otra vez a los focos, tan cerca como para quemarse.
Las y los vi montar su show para las cámaras, hacer sus movimientos, escapar del acoso y volver una y otra vez a los focos, tan cerca como para quemarse.
Las y los vi quebrarse con el resto de la gente, con los normales y no tanto, con ellos, ellas y “esos” y volver una y otra vez a los focos, tan cerca como para quemarse.
Douglas, aunque ausente, estuvo presente con su lema de “low perfil”, en una noche donde abundaron las curvas faranduleras y los interminables paseos de divas y divos por los pisos de la Punta Brown.
Con estos ingredientes más la buena música, la buena onda, el vodka y el ron, el show y algún humito de ilegal procedencia, la fiesta de la Paparazzi fue un evento que nutrió a los medios faranduleros de notas, cahuines e imágenes por un buen tiempo.
Todos lo pasamos muy bien, sobre todo con el show de las chiquillas (os) –algo que personalmente no había visto nunca en vivo- y sus coloridos disfraces.
Y algo si me quedó claro: la TV me ha mantenido engañado todos estos años pensando que las kenitas, las alegrías, las alberós y las olivarís son como se ven y no es así.
Detrás de una top model chilena hay un kilo de estuco, 15 centímetros de taco, sus tontas operaciones y las manos de estilistas. Una decepción. Son como comparar una bebida fría con una natural. Heladita es rica, al natural es re mala.
En cambio la mina de la Kassandra era flaca, alta y bonita de verdad. Lástima que debajo de la mini era mino.