
El Circo Máximo
Con más extras que película de romanos fue el bautizo en el balneario de Zapallar del pipiolo primogénito de Chechi Carolina y Carlitos Saúl, el infante Máximo Saúl Menem Bolocco Akil Fonck.
Y para no desteñir, mis fuentes en el litoral (las mismas que en Bagdad y Caracas) me contaron sabrosos detalles del sacramento llevado a cabo en la parroquia Santa Teresa de Avila.
Como dijo un dermatólogo, vamos al grano.
El bautizo –que no lo organizó Tomás Cox pero que igual congregó a un millar de curiosos- partió puntualmente como media hora después de lo acordado. Por lo que pude conocer, Cecilia manejó su Mercedes deportivo con Carlitos Saúl de navegante (venga un saludo) y Máximo... ¡Máximo! Bueno, Máximo –de dos meses de vida- venía en otro auto, en brazos de la enfermera y no en una silla de guaguas de esas seguras que, se supone, cada mamá debe tener para su bebé. Pero bueno, la situación en Argentina no es la mejor y las supuestas cuentas en Suiza están bloqueadas, por lo que posiblemente no hubo presupuesto para seguridad.
Cuando llegaron a la iglesia Chechi y Carlitos el despelote era tal que había gran cantidad de curiosos –desde unas cuantas señoras pitucas y estiradas de la comarca hasta cientos de humildes paisanos y nanas- por lo que el meche de nuestra reina quedó más manoseado que baranda de micro y Chechi con Carlitos tuvieron muchos problemas para ingresar al templo.
Máximo Saúl, por su parte, debe haber quedado podrido con tanto flash y foco de la prensa que alumbraban su cara.
Llamó la atención, sin duda, que Carlitos Saúl luciera un cabestrillo en su brazo derecho. Algunos malpensados comentaron que se lesionó sacándole chanchitos a su guagua. Yo no creo en esos comentarios de mala Fe. Para eso está la enfermera.
Y bueno. A las 20:24 horas el sacerdote Francisco Plaza untó el aceite sobre la frente de Máximo Saúl, en una iglesia “atiborrada” de curiosos más algunos invitados transandinos de la pareja, familiares cercanos y amigos ocasionales. “Ceremonia íntima”, como la definió Rose Marie Fonck, mamá de Chechi.
El curita, me dijeron, se sentía como el MC (Master of Ceremonies) del show bautizando a esta guagüita, actitud que según me han comentado no ha tenido con otros cristianos que han querido bautizar a sus hijos en esa iglesia. Dicen que el párroco Plaza bautiza a quien él quiere y que tendría prejuicios con los hijos de padres no casados por el civil y por la Iglesia. ¿Cómo entonces aceptó bautizar una guagua de padres separados –con antecedentes matrimoniales turbios- y vueltos a casar en un matrimonio en el que más encima se comió locro? Será.
A fin de cuentas el niño –que será hijo de Menem toda su vida como dijera Jorge Hevia- no tiene la culpa de nada y fue fruto del “amor” de esta linda parejita (fruto transgénico con toda la manipulación genética que hubo que hacer para que los espermatosaurios de Menem funcionaran).
A la salida de la ceremonia, y camino a una picada llamada El Chiringuito, el despelote fue mayor porque ahí Chechi y Carlitos hablaron con la prensa. Cecilia, visiblemente emocionada, luego se disculpó de hablar más. Según dijo, tenía que retirarse para cambiar pañales. Y cómo no... a los setenta y tantos y con un hombro dislocado la muda se hace muy complicada.