El triste ocaso de un D10S del fútbol



El Diego de la gente se nos murió. Los más de 100 kilos de grasa que conforman su maltratado, descuidado y adicto cuerpo lo mataron. Internado en la clínica Suizo Argentina el otrora ídolo del fútbol sufrió de una infección pulmonar bilateral cardiorrespiratoria y un ataque de hipertensión (entre otros males)… y todo después de un asado con los amigos. Ya.
Fue el 30 de octubre de 1960 cuando en Lanús, localidad de la Provincia de Buenos Aires, nació el hijo de Diego Armando Maradona y Dalma Salvadora Franco. Nueve años después Dieguito Armando ya se probaba como futbolista en el equipo Los Cebollitas de Villa Fiorito.
Desde entonces su carrera aceleró como con efedrina y se convirtió en otra droga dura. Se hizo “crack”.
Diego Armando, “el Diego de la gente” como se autodenominó, fue una alucinación propia de la peor pepa. En la cancha era un elefante rosado y volador, un desvarío, un fantasista como ningún otro. Pero fuera de la cancha él veía elefantes rosados voladores, alucinaba, fantaseaba como ningún otro pero de la mano de su única compañera fiel: la cocaína.
Para casi todos el Diego fue el mejor futbolista del mundo. Tanto así que una manga de seguidores llegó a crear la Iglesia Maradoniana y a definirlo como un D10S.
La cosa es que el ídolo de 43 años, que jugó en Italia, España y Argentina, que se mandó los goles más increíbles de la historia, se nos fue para siempre por culpa de la droga.
La Iglesia Maradoniana reza así por él:
“Creo en Diego, futbolista todopoderoso, creador de magia y de pasión.Creo en Pelusa, nuestro rey, nuestro señor, que fue concebido por obra y gracia de los reyes del fútbol.Nació en Villa Fiorito, padeció bajo el poder de Havelange.Fue crucificado, muerto y sepultado, suspendido de las canchas, pero volvió y resucitó su hechizo, estará dentro de nuestros corazones, por siempre y en la eternidad.Creo en el espíritu futbolero, en la santa Iglesia Maradoniana, el gol a los ingleses, la zurda mágica, la eterna gambeta endiablada y en un Diego eterno. Diego”.
Barrilete: yo te quiero decir algo. Si te vas al infierno por tus faltas y malas acciones fuera de la cancha… aprovecha. En el averno nada es pecado y puedes jugar ultra dopado, meter goles con la mano, irte por la línea del fondo, comprarte al árbitro y besarte con compañeros de equipo.
Seguro que don Sata te tiene reservado un equipo especial para que puedas lucirte pese a tus 100 kilos. Allá abajo están sólo los malos, así que gordo y todo serás un ídolo... un crack. Siempre jugarás partidos calientes, si te arde la nariz podrás echarle la culpa al azufre y te encontrarás, seguro, con más de algún futbolista o político amigo tuyo.
Pero si te vas al cielo ten cuidado. Los jueces son todos santos y el veedor es como un Dios. Allá arriba los ángeles vuelan y por la altura la pelota agarra más velocidad.
No hay malas influencias ni mucho menos drogas, así que olvídate de eso.
¿Y por qué te digo esto?
Porque cuando llegues al paraíso sé que te llamará la atención un polvillo. El polvo que verás es polvo de estrellas así que ni lo pienses. ¡Ah! Y esa gran línea blanca se llama Vía Láctea, así que olvídate.
Dieguito: fuiste un “astro”, así que arrepiéntete luego y juega por alcanzar el cielo.