
El Olimpo tricolor
¡Campeones olímpicos! Se pasaron estos cabros. A lo Pinilla, me saco el sombrero, la polera y los shorts para honrar y aplaudir a los tenistas chilenos de Atenas 2004.
No lloraré como Solabarrieta –que se echó Mentolatum en los ojos y se apretó uno para lagrimear y chillar como yegua-, pero tampoco ahorraré palabras para destacar lo que consiguieron Massú y González.
Reconozco que en el cuarto set del dobles, cuando la simpática y educada parejita teutona conformada por “saco de plomo Schüttler” y “almohada de piedra Kiefer” tuvo a González y Massú con cuatro puntos de partido, casi casi escuché el “Deutschland Deutschland über alles”, pero no.
Germanos ingenuos: estaban ante los bicampeones mundiales y cuando los alemanes se van a la guerra contra el mundo generalmente pierden. “Chile Chile über alles” y confórmense con la de plata.
A la postre, estimados lectores, la chicha y la empaná pudo más que el schop y la salchicha.
Bastaba con ver la barra chilena en el court griego: de Arica a Lampa los gritos y los chiflidos apoyaban a los chilenos. Bueno, había una vieja sin los chocleros que obviamente no chifleaba, pero aplaudía la gorda…
Incluso vi a un ex Senador de RN que después de sumarse a la barra pop criolla es capaz de postularse por Chicureo, Batuco, Colina, Quilicura y… Lampa. Ojalá que no.
Mis fuentes apostadas en Grecia (al lado del pilucho frente a la botillería) me relataron minuto a minuto los pormenores de los tres partidos medalleros, encuentros que fueron vistos por millones en todo el mundo y aplaudidos por todo un país.
Incluso en la galucha vi unos cuantos personajes oriundos de la zona haciendo fuerza por chilito, tanto en la final de dobles como en el single.
Alcancé a ver a la amorosa Afrodita, al iluminado Apolo, al impetuoso Ares, la virginal Artemis, la inteligente Atenea, el chicha fresca de Dionisio, al inexorable Hades, al ardiente Hefesto, la enojona Hera, el cahuinero de Hermes, al fresquito de Poseidón y al jefe de la barra griega… el tata Zeus. La Tía de Chile, Sonia Fried, se quedó en Santiago.
En la galería opuesta, también silbando al ritmo de la cueca, supe que estaba Paris (tocayo de Paris Inostroza), Jasón (nada que ver con el ex bailarín de Rojo), Hércules (quien tenía a su hijito en las manos durante el quinto set) Aquiles (saltando en una pata), a Perseo no lo vi (andaba con el yelmo que lo hace invisible), Agamenón (tomando una bebida bien Hélade), Ulises (echándole un ojo al cíclope), Héctor (dando la pelea), Patroclo (el partner de Aquiles) y Teseo (quien izaría una bandera blanca y otra negra dependiendo del resultado).
O sea, armaron más boche que la guerra del Peloponeso y metieron más ruido que las bisagras del caballo de Troya.
En suma, salvo algunas alemanas “vellas” –por no decir peludas- y teutonas, más unas cuantas gringas desabridas, el Olimpo en pleno estaba por la fiesta chilena y el oro, tan abundante en Fort Knox, se vino para Chile gracias a los guaracazos del Feña y la garra del Nico.
No hay más que decir. Se las mandaron. Massú y González son nuestras propias divinidades. Cierren el court de tennis con llave y que el último en salir apague la antorcha.